El mago de Bristol, Nat Herreshoff, presentó en 1876 una extraña embarcación con dos cascos simétricos muy finos, dos timones y un puente suspendido en el aire que superó a todos sus rivales monocasco
En 1990 estuve en el Marine Museum de «Nat» Herreshoff. No me lo contaron, no lo leí, estuve allí. Lo ha inventado todo, cualquier tipo de barco o aparejo, por avanzado que nos parezca, el «Mago de Bristol» ya lo había diseñado, desarrollado y navegado con éxito hace más de un siglo. Según la reseña de junio de 1876 publicada en el Examiner and Chronicle, el New York Yacht Club organizó, en el marco del centenario de la independencia de los Estados Unidos, una importante regata que reunió a la flor y nata del país. Los yankees protegidos del sol por sus straw hat boaters y munidos de sus infaltables prismáticos se restregaron lo ojos al ver que un artefacto a vela abochornaba a lo más selecto del yachting. Era muy diferente al resto, con dos cascos simétricos muy finos, dos timones y un puente de mando suspendido en el aire. Pero, sobre todo, destacaba por su endiablada velocidad. La extraña embarcación superaba tan fácilmente a sus rivales que éstos parecían estar fondeados. Fue la presentación en sociedad del catamarán Amaryllis.
Nat Herreshoff, que entonces tenía 28 años, había conseguido que el Comité de Regatas aceptara su diseño para participar. Sin embargo, ante su humillante demostración, muchos patrones rivales protestaron al considerar que no era un yate propiamente dicho, esgrimiendo el inocente argumento de que no se podía pernoctar a bordo. Herresford defendió su posición señalando el detalle del toldo que había colocado sobre la la botavara y espetó que «para aquellos que están verdaderamente enamorados de los deportes acuáticos, la tienda de campaña ofrece suficiente refugio; si alguien quiere tener un camarote, está claro que no quiere un catamarán». Las autoridades del New York Yacht Club le entregaron un certificado declarando que el Amaryllis era el barco más rápido del mundo pero, al mismo tiempo, lo descalificaron para siempre de las pruebas náuticas. Una prohibición que cayó en ese catamarán y a cualquier otro multicasco que osara navegar.
Aunque pasaba inadvertido para casi todo el mundo, otro revolucionario invento hacía que el Amaryllis fuera más veloz y era el corte de sus velas con paños horizontales o Cross cut. Aún hoy en día nos beneficiamos de ese disposición de paños en casi el 80% de la velas.
Desde entonces, el ingeniero naval construyó catamaranes a los que iba incorporando mejoras pero, ninguno fue aprobado. No se amilanó y probó a sus detractores que podía demostrar sus capacidades con cualquier tipo de velero. Su increíble trazo de lápiz diseñó entre 1893 y 1920 cinco barcos exitosos defensores de la Copa América. Si Herresford, único diseñador invicto de la Copa América, viera que 140 años después se compite en esta regata con catamaranes, tal vez se tomaría como un mal chiste el tardío reconocimiento.
En 1933, el tío de Nathanael Herreshoff consiguió que se construyera una réplica exacta de aquel primer catamarán. El Amaryllis II alcanzó una velocidad de 19,8 nudos en sus pruebas en el agua. Esta fiel reproducción cuelga hoy del techo del Marine Museum Herreshoff como homenaje a un trozo de historia de la navegación que se adelantó, sin éxito, a su tiempo. Yo lo vi.