«Quienes no comprendan que el velero es un ser vivo jamás entenderán nada del mar ni de los barcos». (Bernard Moitessier)

Cuando empecé a navegar allá por los 50’s, todos los textiles se pudrían fagocitados por los hongos, los metales se oxidaban, todo se rompía rápidamente o se estiraba. Sin ropa de agua, el frío y la humedad nos calaba los huesos y se navegaba en un constante cuidado de no romper nada, siempre y cuando no estuviéramos achicando la sentina, algo habitual. Estábamos convencidos de que la navegación vela era así… ¡Y cómo lo disfrutábamos! 

Después de cada regata o crucero había que desenvergar de forma concienzuda y colgar velas y cabos en un lugar ventilado; si no, en poco tiempo teníamos sólo una lona con manchas negras de hongos, el comienzo de la destrucción total. Lo de Bernard Moitessier está archicomprobado: los barcos están vivos, inclusive los actuales, pero hay que reconocer que aquellos barcos, hoy adorables clásicos, además mordían.

Pasaron los años y los materiales se hicieron inoxidables, imputrescibles y variaron, según su estructura, de moderadamente estables hasta increíblemente indeformables e inestirables. Al final de la guerra, las velas de algodón fueron mutando a fibras sintéticas, primero de nylon, que controlaba el problema de la putrefacción pero no del estiramiento. Más tarde llegó el poliéster, hoy conocido como dacron, que vino a quedarse para siempre, un tejido de forma tradicional con fibras a 90 grados, trama y urdimbre. Increíblemente, después de 70 años la mayoría de las velas siguen siendo fabricadas de poliéster en construcción horizontal o cross cut, aunque por supuesto los actuales tejidos son fabricados con una tecnología infinitamente superior y en una variedad muy grande  de estilos para cubrir diferentes necesidades. Cuidado, todos los dacrons lucen similares, hay telas buenísimas y costosas, y también hay de las otras con precios atractivos y resultados desastrosos.

Por los 80’s, las telas laminares, de materiales pegados, hacen su aparición con buen resultado, controlando mejor los esfuerzos al bies o en diagonal, algo imposible para las telas tejidas con hilos a 90 grados. Estas telas se complementaban con los cortes radiales que orientan los paños siguiendo las curvas de esfuerzo. Es cierto que solo se logran tangentes a esas curvas, pero es muchísimo mejor que un corte horizontal. En los comienzos, el fantasma de la velas de telas laminares o de mylar, como se las llamaba genéricamente, era la rápida delaminación; todavía los adhesivos no estaban al nivel de los esfuerzos a que estaban sometidas las velas y éstas comenzaban a pelarse  rápidamente como una banana. 

El tercer elemento integrado a las telas laminares eran las fibras que le daban resistencia a la tela (los films de mylar eran las rebanadas del pan del bocadillo, las fibras eran el jamón); así irrumpieron las fibras de  kevlars, pentex, vectran, dyneema, carbono, etcétera. Todas con sus pros y contras. Unas no se estiraban pero eran rígidas y se quebraban fácilmente; otras las destruía rápidamente el sol; algunas al principio no se estiraban pero sí en la segunda ceñida; otras chupaban agua o no se pegaban bien. La tecnología y el tradicional sistema de prueba y error fueron poniendo la cada fibra en su lugar y uso específico, ayudados por el mar y el viento, dos exigentes examinadores ad honorem a los que no se puede engañar nunca. 

La comprobación científica de cómo se distribuyen los esfuerzos en una vela determinó el siguiente paso en la búsqueda de una vela que pueda mantener su diseño, no se deforme y sea ligera al mismo tiempo. El resultado fue una nueva tecnología que permitía con precisión disponer de fibras en esas direcciones, controlando la tensión. Aunque en un comienzo se realizó manualmente, máquinas que respondían a sofisticados programa  de diseño realizaron el trabajo con precisión milimétrica; habían nacido las «membranas».

Las marcas comerciales siempre confunden y a veces no se sabe  de que se está hablando: el nombre genérico es membranas; está claro si fibras curvas corren de puño a puño.  Aquí también el fantasma fue y es la delaminación  prematura. Como siempre en las velas, las hay buenas y también de las otras. 

DISEÑO A LA CARTA

Esta técnica de las membranas  permite diseñar específicamente una vela para un barco determinado y las condiciones viento con precisión quirúrgica. Pero como sabemos en la navegación a vela, no hay nada que sea mejor en forma absoluta; lo perfecto para unas condiciones es catastrófico para las otras. El mar es un entorno cambiante y no existen los barcos ni los materiales perfectos… Bueno, a veces pornográficas cantidades de dinero logran arrimarse bastante. 

Es importante destacar que  las membranas son el avance más importante si se trata de barcos de regata o que buscan una mejor performance. También en super-yachts. Cuando el peso o el volumen lo requieren –porque las velas tienen que ser enrolladas–, las membranas son imprescindibles.

Las velas de crucero por tradición han ido a rastras de las de regata. Sin embargo, el enrollado de velas, típico del crucero, se ha ido mejorando lentamente a espaldas de éstas. La mayores enrollables, tanto en el mástil como en la botavara tiene alguna mala fama, en algunos casos con razón. El punto importante es que estas velas no admiten un mal diseño o una tela que se estire, lo que lamentablemente es muy común. El resultado en este caso son velas que no quieren salir del mástil o, peor, no quiere entrar (como es natural, en las peores situaciones). 

Una tela rígida sin estiramiento permitirá un enrollado sin problemas por mucho tiempo. En la actualidad, la utilización de sables verticales casi sin volumen, siempre con el material adecuado, permiten más área y una salida recta de baluma, que no es poco. En comparación a otras tecnologías, parecería ser que los avances en las vela son minúsculos. Por ejemplo, el enrollado de mayores en el mástil es común desde hace más de 30 años y, sin embargo, recién ayer comenzamos a poder enrollar velas volantes de nylon como un gennaker. 

No se trata de que lo pueda hacer un profesional de la Volvo, lo importante es que lo haga un crucerista solitario con piloto automático: desenrolla, navega y enrolla tranquilamente mientras su familia ni se entera y sigue tomando sol.

Cuando se habla de nuevas tecnología aplicadas a los barcos a vela, podemos delirar y hablar de velas rígidas y catamaranes que vuelan. Sin embargo, con los pies en la tierra o en cubierta, nosotros, los verdaderos navegante, sabemos que parar evaluar qué vela nos conviene deben definirse tres puntos: performance, durabilidad y precio. Hay situaciones que que lo único importante es la performance para ganar una regata. Otras, la necesidad prioriza el precio. Un navegante común exigirá un buen promedio entre las tres.