Esta pequeña embarcación era usada por pescadores norteamericanos y europeos que faenaban el bacalao en los bancos desde hacía siglos. Los carpinteros de ribera que producían esta maravilla lo fabricaban a gran velocidad montando las tablas, doblándolas a mano sobre una rústica cuaderna central, todo con clavos.  

‘Dory’, el bote absoluto

En mi opinión, no existe en el mundo otro bote de pesca o de trabajo con las excepcionales características del dory. Básicamente se usaba para la pesca de bacalao en los grandes bancos de Terranova, un lugar de confirmada mala reputación, con una marejada imponente, vientos huracanados, nieblas y otras adversidades que lo hacen de una zona poco higiénica para pescar sobre todo en un bote de cinco metros abierto, a remo y de un solo tripulante. 

En la práctica, muchos pescadores se perdían o se hundían y nunca se sabía de ellos simplemente porque no regresaban. Conocido generalmente como Grand Banks Dory, sus origenes no están muy claros. Era usado por pescadores de Norteamérica y europeos como los portugueses, que faenaban el bacalao en los bancos desde hacía siglos.

Los dorys eran transportados en barcos nodriza hasta la zona de pesca, uno metido dentro de otro, lo que facilitaba estibar muchas unidades sin ocupar casi espacio, otra de las ventajas adicionales del dory. Más que un diseño específico, el dory es un inteligente sistema de construcción de cómo hacer un bote lo más rápido posible y con cuatro tablas y una caja de clavos. Fondo absolutamente plano, forro de tres tablas en tingladillo y espejo muy angosto en forma de ataúd, característica distintiva del dory. Un asiento transversal para sentarse a remar y no mucho más. En una semana de  construcción ya estaba listo para pescar y dar beneficios. 

Hay films de los portugueses bajando sus dorys del barco nodriza al mar y es espeluznante ver como se mueven al depositarlos, el pescador tenía que alejarse remando rápidamente  para no ser aplastado. Según las condiciones, algunos usaban una vela tarquina para evitar la dura tarea de remar parar llegar a su sector de pesca  a unas millas del barco. Seguían un trayecto radial lanzando 24 palangres de más de 100 metros cada uno, provistos de brazoladas con 1.000 anzuelos «sin muerte» para el desenganche más rápido del pescado. Todo ordenadamente preparado en una canasta para tratar de evitar un catastrófico enredo que malograría el trabajo del día. Después, los recogían con la pesca y si había suerte, regresaban remando con 1.000 kilos de bacalao a bordo.

Subir el pescado era toda un maniobra. No había tiempo para holgazanear porque hasta que el barco no estuviera lleno de bacalao no regresaban, o sea los seis meses de vacaciones en los grandes bancos.

Los carpinteros de ribera que producían esta maravilla lo fabricaban a gran velocidad montando las tablas, doblándolas a mano sobre una rústica cuaderna central, todo con clavos. 

En la actualidad hay miles «fans» de los dorys  por todo el mundo, por la rapidez y economía de su construcción. Es un bote facilísimo de fabricar en el garaje de casa. Con tablero marino, cosido con alambre y pegado con resina epoxi (el conocido sistema stitch and glue – coser y pegar), una persona puede hacerlo sin experiencia en carpintería y con herramientas básicas. Hay planos gratis en Internet que facilitan la fabricación por amateurs. 

Es fantástico para remar y navegar a vela con un aparejo rudimentario. Pero no se le ocurra hacerse uno. Primero, infórmese ante la autoridad competente. Seguramente el «invicto» de los grandes bancos no debe estar homologado ni siquiera para bogar en aguas someras.